Dos cuencos,
transparente ola contraída
por minúsculas caricias.
Tus manos,
menguadas espectadoras
del silencio.
Mansedumbres de feraces pájaros,
de lluvia y tiempos.
Son tus manos
canciones de niños
por las estrellas.
Envolviendo el abanico de sueños,
por una sensible penumbra
de madrugada.
Pasa la noche por el cenit ocasional
y el anhelo de poseerte
se apodera de mí.
Resuelvo el acertijo de tu cuerpo
Inmóvil,
y me invaden otra vez
tus manos.
Ahora parecen lloros incesantes
desparramando lluvias hacia el rostro.
Cascadas frágiles,
rompibles cristales.
Tus manos cercan mi lecho,
tibio y virtual espejismo de tu boca.
Dos lazos de fuego al aire
de la tarde más íntima de mi vida.
Dos chispazos de nubes y brillos
apagando de raíz
mi miedo.
¡Detén las manos!
No quiero perder mi memoria
algún día
y no poder recordarlas
así siempre.
(Der.Res.2008) de Héctor Javier Delaloye Echavarría
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