He visto demasiadas flores
muertas torpemente de frío.
A señoras sin sombra que paseaban
simulando buscar al marido que no
tenían.
He visto tantos horizontes pálidos
que hoy ya no sé cómo soportarlos.
Hay excesivas nieves acumuladas en
mi frente.
He olfateado a la luna sucia
mientras en sueños intentaba
olvidarte.
Le he vertido a ella toda mi
sangre;
se la he encastrado en las manos
para que se limpie en mis sábanas.
Ya a la noche no le temo,
afortunadamente.
Por eso le voy devorando los ojos
cuando me clava su oscuridad en el
cuello.
He visto una monja arrodillada
creyendo en el salvador de su desdicha,
En el señor que a cada segundo la
llama
para que ella nunca conteste.
La he visto con su vestido pulcro,
su mirada perfecta detrás del
muro.
He visto ambulantes desnudos,
sonrisas en cuerpos hacia ninguna
parte.
He podido esconder mi alma
en el perdido costado de algún
camino.
Hoy habitan silencios por las
cuestas
que acunaron mis zapatillas
infantes.
Hay sucesos extraños,
paraísos dormidos,
juguetes sin cabezas,
dolores de espalda.
He visto floreros llenos de
cadáveres
y tumbas vacías sin ningún nombre.
Ya no soy el de antes y es una
pena.
¿Por qué hoy visito pálidos hoteles
donde nadie vive,
y otros corren sin secuelas,
con mochilas sudorosas a cuestas
vagando en los recovecos del
destino?
¡Ah, gracias....lo has publicado! Esta es una joya, me encanta y no deja de conmoverme como la primera vez que le leí. ¿Recuerdas que te dije que lo imprimí? Pues, sigue siendo mi compañía para los momentos que necesito una pausa en mi vida, leerlo es una forma de sentirte cerca. Gracias por publicarlo.
ResponderEliminarSi, recuerdo aquella vez que me contaste lo de la impresión y yo realmente no lo podía creer. No pensé que podría causarte tantos momentos especiales; jamás lo escribí con esa intención. Debo confesar, además, que personalmente no es uno de mis preferidos...jeje.
ResponderEliminarMe alegro que lo sientas de esa manera, eso significa mucho para mi.
Besos gigantescos desde aquí.