ALLÍ

Te guardo cada día allí,

en mi rincón favorito,

donde nadie puede

intoxicarte ni ahuyentarme

los pensamientos.

Te dejo para las cinco de la tarde

cuando no vuelan palomas

y necesito un destino aéreo,

algo que me oriente levemente

por tanta fragmentación crepitante.

Te guardo entre mi piel

y mis letras,

sobre cada paréntesis desnudo,

a boca abierta de silencios,

te conservo para cuando el otoño

muerda amarillas consecuencias.

Te dejo próximo a los terrores,

cerca de la herida que siempre duele,

en este refugio de mi alma

donde la muerte

se asusta.

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