DE LA LEY
Hazte amigo de la Ley,
es
mejor así,
quizá
más ruin pero elegante,
alienta
las tonfas cayendo
sobre
inocentes cabezas enervadas,
repulsa
el íntimo clima popular,
salta
el charco de la memoria
para
que no te ensucies
tu
almita pecadora,
increpa
la verdad, la consonancia,
la
providencia célebre
y
rómpete en un alarido entusiasta
con
la misma lengua bífida
que
enarbolas en lo alto
ese
azur ególatra.
Besa
las botas colaterales,
defiende
con fanático albedrío
los
barrotes humeantes,
protege
tu languidez onerosa
con
el enojo calmo
de
las humildes pupilas.
Pero
hazte amigo de la Ley,
del
silencio debido y el embebido,
de
los híbridos señuelos eufemistas,
de
la paz obligatoria con acidulantes,
de
la libertad soplada a huesos,
cierra
el puño de la infamia
y
disimula tu sopor con justicia.
¿Quién
vendrá
al
surco de la sangre
con
un poco de misericordia, luego,
quién
cuidará mis abuelos fúnebres
y
mis abuelas descalzas?
¿Qué
destejido insomnio
se
bebió en silencio
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